Rollo: Jorge Moreno
El caso que les presento hoy es verídico y ocurrió en la ciudad de Mérida: unos amigos y vecinos fueron testigos directos del suceso y por ese motivo he podido corroborar todo lo que cuentan; por cuestiones de confidencialidad no puedo decir nombres ni de personas ni del negocio involucrado, cuando leas estas líneas lo entenderás mejor.
En ediciones anteriores hemos hablado sobre los tesoros enterrados en decenas (yo diría que cientos) de terrenos en Mérida; dinero, metales preciosos y alhajas de muchos hacendados que ante la inestabilidad de los bancos el siglo pasado preferían enterrar sus cosas de valor, pero al morir a veces no alcanzaban a decirle a sus familiares y el tesoro se quedaba enterrado por años hasta que buenamente la suerte bendijera a alguien que lo pudiera desenterrar.
Pues bien, teniendo este contexto, un amigo me platico que en el sitio en donde vive (una colonia antigua de Mérida), su bisabuelo era dueño de casi toda la cuadra el siglo pasado, pero con el paso de los años fue fraccionando y vendiendo algunas partes hasta que sólo se quedaron en su casa actual (aproximadamente 10 metros de frente por 40 de fondo) y un terreno baldío en la esquina de la cuadra con las mismas dimensiones.
El caso es que por años el abuelo dijo que en ese terreno su papá (es decir, el bisabuelo) había enterrado “mucho dinero”, pero nadie le creía debido a que ya estaba enfermo y tenía alucinaciones (al parecer, alzhaimer).
En los años ochentas, el papá de mi amigo empezó a pasar por apuros económicos y puso en venta ese predio; varios compradores llegaron y se decidieron por venderlo a un joven matrimonio oriundo del puerto de Veracruz que recién habían llegado a radicar a Mérida.
El abuelo insistía en que no se vendiera el terreno o que al menos antes escarbaran para sacar el “tesoro” de su padre; pero todos lo tiraron a loco y la transacción económica se hizo con el paso de los días.
En el siguiente mes, el joven matrimonio construyó un humilde cuartito y su baño, habían platicado al vendedor que pagaron el terreno con una pequeña herencia que le había dejado la mamá del señor y que apenas les había sobrado para empezar a construir su pie de casa.
Empezaron a vender comida regional de su tierra, en un pequeño changarro que abrían en la entrada de su humilde casa, pero no habían transcurrido ni seis meses cuando todo dio un giro inesperado…
¿Qué fue lo que pasó? De pronto un día llegó maquinaria pesada a la casa, camiones trayendo bastante material (blocks, grava, polvo, etc.) y más de una decena de albañiles, así como gente bien vestida con planos en la mano (ingenieros).
Y así sin más inició la construcción de una flamante casa de dos pisos y, al mismo tiempo, en el otro costado del terreno la construcción de un restaurant; al mismo tiempo de esto, el señor estrenaba un auto (no del año, pero sí de modelo reciente) y su esposa, una moto.
Los vecinos de la colonia, incluyendo los papás de mi amigo (quienes habían vendido el terreno a ese “humilde matrimonio”) no lo podían creer. ¿de dónde habían sacado tanto dinero para hacer esa construcción?
Al cabo de tres o cuatro meses, la flamante casa y el negocio ya estaban listos, con acabados, sino de lujo, sí medio costosos, bien pintado todo y con un diseño que se notaba era obra de un ingeniero y no una simple construcción.
Los vecinos más osados, o chismosos, se atrevieron a preguntarle a ese matrimonio cómo habían logrado hacer todo eso si supuestamente no tenían dinero (en los primeros meses de que se pasaron a vivir ahí se notaba que tenían muchas carencias, pues ni moto tenían), pero ellos simplemente se quedaban callados.
Han transcurrido más de cuarenta años desde que ocurrió esto, a la fecha ese negocio continúa en funcionamiento, eso sí, la familia es muy trabajadora, y cualquiera en la actualidad podría pensar que su riqueza es debido al fruto de su trabajo; sin embargo, nadie le quita de la cabeza a la familia que en realidad ellos al escarbar en el terreno, encontraron el tesoro enterrado y eso sí, lo invirtieron muy bien.
¿Cómo podemos estar seguros de ello? Porque hace unos años, “alguien” descubrió que en un cuadro de la casa de esas personas está enmarcada una antigua herradura de oro con las iniciales “E.S.A”, la cual era una de las joyas y objetos de valor del bisabuelo, cuyo nombre era precisamente “E.S.A.”.
Obviamente, en este caso no hay ningún delito ni nada ilegal, la familia simplemente aprovechó el golpe de suerte, y por ese mismo motivo tampoco es justo mencionar sus nombres ni el nombre del negocio, porque lo que es un hecho es que supieron aprovechar, a base de trabajo y esfuerzo, el tesoro que encontraron ahí.