Rollo: Celia V. Franco C.
La verdad es que los yucatecos nos cocemos aparte, tenemos una forma muy peculiar de ver la vida y, obviamente, de vivirla. Nuestra comida es muy diferente al resto del país y del mundo, nuestros trajes típicos también dejan ver la alegría de nuestros sentimientos y por supuesto que nuestra forma de hablar es tan única que un yucateco enseguida resalta a donde sea que vaya.
Y no solo por el acento tan característico de esta parte de la Península, sino también por esas expresiones tan nuestras que ni cuenta nos damos cuando las decimos. Es una lástima que en estos días se hayan perdido una gran cantidad de éstas, ya sea por la globalidad a la que están expuestos nuestros jóvenes como al número de foráneos que ha llegado a nuestro bello estado en las últimas dos décadas.
Una de las frases más clásicas en las casas yucatecas es la famosa: ¡pásame el negociante ninio!, que obviamente iba en un tono de urgencia nada amable del adulto que solicitaba se le llevara un objeto que únicamente él o ella sabía cuál era.
Aunque la cosa se ponía mejor cuando uno preguntaba inocentemente: ¿cuál? Porque la respuesta era: “ese que está junto al otro negociante amarillo, ahí arriba, a un lado de esa cosa”. ¡Plop! Tal vez por cosas como esas es que nuestra generación todavía sabe resolver problemas con rapidez, pues de no dar con el famoso ‘negociante’, la “limpia” iba a estar buena.
La “limpia” no era otra cosa más que un par de nalgadas que, según los mayores, nos habíamos ganado a pulso, nosotros teníamos otros datos.
¡Me caigo al mar! Era otra de las frases consentidas. Por lo general también iba con un grito y era para expresar sorpresa, no siempre de la buena y era tan común que los chamacos del ayer la repetimos con singular alegría.
El atabacado se refería al color café; la pelota al juego de beisbol; ¡arredovaya!; hay su heladez; ¡fo!; ¡deja tus pesadeces!; no seas malito; tajador; escarpa; no estés hurgando tu tuch; anolar; alhajas; untante alcohol; huele el vic; y la siempre bien usada: samare.
Y podemos seguir con los modismos de nuestra parte maya: xic; pirix; xek, kabax, choop; cuxum; kiritz; kisín; por recordar sólo algunas.
¿Por qué no hacer todo lo posible para mantenerlas vivas? En lugar de avergonzarnos por no hablar como lo hacen en otros lados, deberíamos de enorgullecernos por ser diferentes y tener una identidad bien definida.