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Como si fuera ayer: el celular los entretiene

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Como si fuera ayer: el celular los entretiene

Rollo: Celia V. Franco C.
Hace unos días paramos a desayunar en un restaurante de esos que hay en todo el país y que son famosos porque te puedes tomar todo el café que quieras al pagar uno, además de tener comida decente, el lugar está “cuki” y bastante cómodo.

Aunque a mi fiel acompañante no le encantan las opciones siempre encuentra algo que le llena el estómago y le deja un sabor de boca aceptable; bueno, volviendo al punto, esa mañana era bastante temprano, así que los meseros apenas se estaban acomodando, lo que significó esperar un poco más de lo usual.

Esos restaurantes son utilizados comúnmente para reuniones de trabajo, para contratar cualquier tipo de servicio, cerrar tratos y por supuesto, son de los preferidos de las mamás que se sienten pudientes pero que le ven el lado amable al gastar menos de 100 pesos en su desayuno y poder tomar todo el café que gusten mientras platican largo y tendido.

La verdad es que a mí me gustan mucho dos de sus panes y sus huevos revueltos con tocino, así que cuando surge el antojo estoy dispuesta a soportar el nada silencioso espacio, claro que mi atención se fija en todas las historias a mi alrededor para esperar distraída y no hacer bilis mientras sirven mi pedido.

Ese día, había un gran grupo de señoras jóvenes que reían y conversaban como si no hubiera nadie más en el lugar, fue entonces cuando me llamó la atención una silla de bebé ubicada en una de las puntas de la mesa, digo que me llamó la atención porque hasta ese momento no me había percatado de la presencia de un pequeño niño en aquella ruidosa reunión.

Mi curiosidad pudo más, así que me quedé al pendiente de aquella mesa, vi cómo el niño pasó más de una hora conectado a un teléfono celular que con mucho esfuerzo sostenía, pues tenía cuando muchos tres años, los colores y ruidos que salían del celular lo mantuvieron entretenido y en silencio, sin duda el aparato había cumplido con su función: dejar que la señora disfrutara de su reunión y se enterara de las últimas novedades de sus amistades.

No me pronuncio sobre si aquello estuvo bien o mal, creo fervientemente que cada quien educa a sus hijos como mejor cree y también estoy convencida de que las mamás que se quedan en casa fungiendo como amas del hogar tienen todo el derecho de salir a divertirse.

Sin embargo, me dejó pensando la forma tan diferente en la que me educaron, nosotros a esa edad gateábamos, nos entreteníamos con aquella bola que tenía huecos con formas geométricas en los que tenías que meter las piezas indicadas para finalizar la jugada.

Jugábamos con muñecas de tela, escuchábamos a Cri-cri mientras nos daban de comer o a media tarde, nos llevaban al parque, claro que nos dejaban un rato frente al televisor, pero la verdad es que nuestra curiosidad nos impedía quedarnos quietos mucho tiempo.

No puedo evitar preguntarme ¿cómo crecerán mis nietos? Ojalá pueda verlos y ser parte de su vida, sin duda creo que preferiré que jalen, muerdan y gateen a verlos como zombis frente a un aparato que seguramente le lastimará la vista y al que se hará dependiente.