Rollo: Celia V. Franco C.
A penas se van las ánimas y ya estamos disfrutando de la Feria de X´Matkuil y pensando en el Buen Fin, comienza la recta final del año; ahora sí, se acabó lo que se vendía, ya no hay más. Qué bellas esas épocas aquellas en las que todo ocurría en diciembre y no desde principio de noviembre, ¿no cree usted?

La verdad es que no recuerdo cuándo comenzó la tradicional Feria de X´Matkuil, lo que sí recuerdo es que era una pequeña calle interminable la que nos llevaba a las instalaciones; de niña le lloraba a mi papá para que me llevara a dar la vuelta y la verdad es que creo que no podría resistirse a mis lágrimas de cocodrilo y, a pesar de su renuencia a los acumulamientos, me llevaba.

Bueno, al menos lo intentaba, porque luego de hacer (literal) horas de filas entre carros y camiones, cuando llegábamos hasta ahí ni él quería bajarse a caminar, ni yo estaba de humor y lo más probable es que ya tuviera hambre. Así que entre mis recuerdos están las tardes de X´Mat con mi padre.

Sin embargo, ahora todo es tan diferente que ya hay dos formas de llegar al recinto y aunque sigue siendo una acumulación impresionante de gente la que llega, sobre todo los fines de semana, ya no se padece por el trayecto. Ahora sí que cada quien sus gustos.

Comencé a visitar con mayor regularidad la tan cacareada Feria al llegar a la preparatoria, pues era actividad obligada que los alumnos se organizaran para rentar un autobús y armar la excursión para pasar la tarde (porque ya éramos grandes y nos las arreglábamos para irnos después de clases) en aquellos terrenos en donde al caer la noche con seguridad entraba el friito.

Hubo alguna etapa en la que dejé visitarla, luego por trabajo se volvió rutina anual y cuando mi hijo llegó a la prepa, comenzó de nuevo tradición, solo que a diferencia de mis épocas preparatorianas, él se las arregla para ir con sus amigos más cercanos. La verdad no sé si ya no es prioridad de la sociedad de alumnos o simplemente prefieren la independencia de moverse a parte.

Antes la gran diversión eran los juegos mecánicos, que si bien eran caros, era posible subirse a la gran mayoría en una sola visita; ahora hay juegos que alcanzan hasta los 100 pesos y pues, si además se comen unas papitas, más el estacionamiento, la entrada y alguna vacilada que llamen la atención, el paseo no se vuelve tan atractivo para los estudiantes.

Lo que no se puede negar es que la gran mayoría de los meridanos ha visitado la famosa Feria al menos una vez en su vida.