Rollo: F. Salvador Couoh Jiménez
Resalta interesante el sacudimiento social generado por la presencia del virus escarlata en el Estado yucateco. Nadie en su sano juicio presume haberlo visto, por motivación harto explicable todos, casi todos, le temen por su bien ganada fama de matón en otros lares. Pero, hay toques de cortesía con aroma de anécdota cuando la dama despachadora en una estación gasolinera le suelta, sin más ni más a joven clienta “¿qué tal le va con el coronavirus?” La respuesta digna de Laconia, “bien”. Inmediatamente la interfecta siguió con su chat de ocasión, seguramente con su Santo favorito. A cuenta de que el tan llevado y traído coronavirus es digno de interrumpir la linda charla con la contraparte cibernética.
Los extremos también se dejan querer. Brotan exclamaciones que pintan de cuerpo completo las malandras del COVID-19, todo un “villanazo”, sediento de saciar su apetito voraz con las entrañas de un hipertenso, de un diabético y por añadidura integrante dilecto de la tercera edad. Aparece la falacia, la leyenda negra subrepticia, resulta que en Yucatán hay buen número de jóvenes que tienen acompañamiento de esas dos malévolas etiquetas que dan graduación al estatus de grupos vulnerables. Hay que advertirles para que no los “agarren” como al Tigre de Santa Julia.
En Yucatán históricamente, culturalmente, no tiene cavidad el pesimismo ni fatalismo a ultranza. Al contrario, festinan en octubre, noviembre la “visita” de ánimas de ancestros, organizan saraos con estilizados esqueletos, catrinas y calaveras. Desde luego, todo bien nutrido con pibes salpicados con líquido ámbar. En esos lances ¿habrá espacio para recordar al hoy villano favorito, COVID-19? Yucatecos de cepa, de larga data, a pesar de la endemoniada temporada de confinamiento obligado como prevención contra la letalidad en ciernes aseguran que, optimismo de por medio, ese villano no será motivo de recuerdo, bajo la premisa de que lo malo, lo infausto hay que olvidarlo. Eso sí, atención como debe ser, faltaba más, a quienes se nos adelantaron en llegar a Xibalbá y en los meses de las brumas harán visita efímera al mundo de los sobrevivientes. No faltará, a cuenta de que, llegado los faustos días, comidas, cervezas, rezos y todo aquello que les gustaba según de quien se trate. Casi consigna ¡difuntos sí, villano no! Ya se verá, cuestión de meses.
El COVID-19, como buen villano que se respete y bien ganada fama por desmanes cotidianos en ciudades, pueblos y villas, tiene en sus haberes, según “coranavirólogos” de ocasión, confinamiento, violencia intrafamiliar, clandestinaje apurado por la “Ley Seca”, abandono de ancianos, discusiones entre parejas formales por no justificar pretextos para atender “manzanas en discordia”.
Hay otras lindezas que, por obviedad de espacio generoso del De Peso, serán motivo y detonante de otras colaboraciones. Al fin y al cabo, el ya tristemente célebre y nunca bien ponderado COVID-19 es, sin competencia, el villano favorito del 2020. Como diría la Abuela Yaqui, de grata memoria: “¡Ma sino!”.