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Couopina: adiós a las aulas

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Couopina: adiós a las aulas

Rollo: Salvador Couoh Jiménez
Hoy en tiempo del azote del COVID-19, transcurridos los primeros veinte años del tercer milenio, hay un renovado “becerro de oro” en la educación: el paradigma de la Tecnología de la Información y Comunicación, TIC´s. El boom del ejercicio de las tecnologías es un recurrente en los procesos vinculados con la educación emergente. Se han consumido muchas horas hombre en las diferentes instituciones educativas para salvar el estigma de analfabeta funcional por no usar las tecnologías informativas en la docencia.

Pero, al parejo con el regocijo por la recurrente aplicación tecnológica en la enseñanza-aprendizaje, aparece el socave a la configuración del carácter humanístico en el ámbito educativo.

A los ya antiguos estudiantes, antes de la plaga 2020, se les enseñaba–¿se enseñaba?– en aulas, talleres y laboratorios, con el profesor cara a cara, formando grupos de niños y jóvenes, interactuando los protagonistas educativos.

El futuro nos alcanzó, es un hecho que se generaliza la enseñanza-aprendizaje virtual, a distancia, mediante ordenadores, video-conferencia, televisión, plataforma, internet, paquetería digital.

Un resultado inmediato bien puede apuntalar la transformación del proceso educativo para mejorar, si la tecnología aplicada estimula el aprendizaje independiente, apertura a todo aquel que aspire mediante la educación ser el ciudadano idóneo que exige la sociedad del siglo XXI; pero, viene lo chocante, puede empeorar si refrenda el ambiente alienado de competencia mal entendida y visión antihumana de confronta irrespetuosa contra los que piensan diferente; o conduce a formas mecánicas de enseñanza-aprendizaje, dejar en patente la sana distancia docente-dicente.

El desarrollo, desde hace unos veinticinco años, de empresas aplicadas en el uso de tecnologías para la difusión del conocimiento junto con alianzas entre instituciones educativas, presagió la llegada de un cambio radical en las actividades generadoras de la desescolarización que ahora está a todo lo que da.

El uso de las tecnologías implementadas por el Estado, desde entonces, procuraban que sea disponible, accesible, aceptable y adaptable.

La pandemia 2020 resulta “chismosita” pues deja ver que para los fines educativos, académicos y escolares mediante la tecnología, en las modalidades que gusten y manden, las instituciones tienen infraestructura, docentes, programas, bibliotecas y materiales para atender la oferta educativa emergente materializada en cada casa una escuela, de golpe y porrazo, el viejo aforisma “en la casa se educa”, ahora con el plus, “en la casa se forma”.

Los componentes comentados de manera previa muestran de manera fehaciente el fomento, impulso, y esa extraña subyugación que la tecnología tiene en los procesos de enseñanza-aprendizaje.

Sin embargo, hay que llamar la atención sobre la relación inversamente proporcional que se da entre la tecnología en casa, educación virtual, y la construcción del nuevo hombre, premisa fundamental en la Nueva Escuela Mexicana.

Es hoy por hoy, un imperativo, preocuparse por reivindicar las ciencias del espíritu y con ellas incrementar la ocupación hacia los valores y principios éticos.

Se trata, no de rezagar el proceso educativo por omisión técnica, sino de recurrir al justo equilibrio entre la digitalización y la aplicación de los valores en el desarrollo de la información y el conocimiento.

No apostar supremacías entre la tecnología y el humanismo, sino tender puentes consistentes, sólidos, para humanizar la tecnología o tecnificar el humanismo. Si no, adiós a las aulas.