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Como si fuera ayer: la maravilla de los parques

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Como si fuera ayer: la maravilla de los parques

Rollo: Celia V. Franco C.
Los mexicanos somos muy dados a compartir nuestra confianza, no necesitamos mucho para regalar una sonrisa e iniciar una conversación, somos tan amables y amigueros que no es raro que luego de la sonrisa vaya un saludo y de ahí podría nacer una amistad nueva.

En mi infancia ir al parque era la ocasión ideal para tener amiguitos nuevos, el catecismo era otro espacio propicio para el crecimiento de las amistades. En mi barrio, Santiago, no había más que un parque y no tenía canchas de nada, así que conforme crecías pasabas del parque al cine Rex o a las bancas a chismear mientras disfrutabas de una rica marquesita Polito.

En mi juventud llegó la primera mudanza y en el fraccionamiento al que nos mudamos la chaviza se reunía en un parque en especial donde los varones, en su mayoría, se turnaban la cancha de fútbol, mientras que las muchachas esperaban su turno para las retas de básquet; las que no disfrutaban mucho del deporte también encontraban en qué entretenerse.

Luego con los primeros años de la adultez dejamos atrás los parques y esa inocente diversión, comenzamos otro tipo de intercambio fraternal, más adelante tuvimos hijos y fue entonces, cuando después de muchos años, regresamos al parque, ahora cuidando a los pequeños que aprendían a manejar bicicleta o andar en patines o simplemente para distraerlos un rato.

De todo eso ya pasó un rato para esta servidora. Mi hijo está en la edad en la que va al cine y a comer con sus amistades y el ejercicio que realiza lo hace en un gimnasio que, cabe decir, también es un lugar propicio para conocer gente.

Sin embargo, últimamente he acompañado a un grupo de amigas a jugar fut y los partidos se realizan en las canchas de fútbol rápido de varias colonias de la ciudad de Mérida.

Es entonces que he redescubierto lo maravilloso que somos los mexicanos, en especial los yucatecos, que cualquier cosa nos invita a platicar. El clima es un tema obligado, pero los remedios medicinales también y las recetas de comida no pueden faltar.

Las señoras sentadas en las puertas de sus casas mientras que el señor repara algo y los niños juegan libremente, los jóvenes que se paran a ver el partido sin importar quién juega, mucho menos quién gana.

Hace unos días, mientras estaba en la banca, se sentaron un par de jóvenes con un nené de unos seis meses en brazos; la mamá del pequeño jugaba, mientras que su pareja y su mejor amiga cuidaban a su hijo.

Sin mayor problema se armó la plática: el dengue, lo bonito y bien portado que era el bebé, la lluvia que cayó unas horas antes, los lugares donde se mejor se come por el rumbo, fueron únicamente algunos de los temas durante casi una hora; luego ellos se concentraron en el chisme de la colonia mientras yo echaba porras a mi equipo, aun y cuando ellos apoyaban al contrario.

No pude evitar recordar tantos momentos de mi vida que han sucedido en los parques.

No importa la edad que tengas, un parque siempre te ayuda a encontrar a alguien con quien conversar un rato, con quien jugar o algo que comer.

¿Usted hace cuánto que no va al parque? Hagamos lo posible para que no se pierda esa bonita costumbre de ser amables entre nosotros y mantener las tradiciones más esenciales de nuestra cultura, ¿no le parece?