Rollo: Freddy Heredia
Ante la polémica que suscitó el presidente Andrés Manuel López Obrador, al pedir al Rey de España, Felipe Juan Pablo Alfonso de Todos los Santos de Borbón y Grecia, y a su santidad y jefe del Estado del Vaticano, el papa Francisco, que se disculpen por los hechos históricos de hace 500 años, durante la Conquista y la derrota del imperio mexica, hay varios cuestionamientos que no son casuales ni ocurrentes.
Solicitar y otorgar el perdón será recurrente al menos en los inicios de este sexenio, ya que el mismo mandatario lo pedirá a nombre del Estado mexicano a los pueblos originarios por el sometimiento en el que han vivido a lo largo de la historia -hay que recordar que el esclavismo no es un legado de los hispanos-; entre los indígenas ya se practicaba la venta de seres humanos para el trabajo o para el sacrificio.
Se escuchará pedir perdón a la comunidad maya, a los yaquis, a los asiáticos, en especial a los migrantes de origen chino, ya que fue un pueblo perseguido y estigmatizado, entre otros por el presidente Plutarco Elías Calles, quien fue omiso ante las injusticias contra los migrantes asiáticos.
Pero después de todo este perdón y de la política de reconciliación que seguirá fomentado el Gobierno Federal, debe estar la construcción de la paz, la pacificación, sobre todo en algunas regiones que viven una situación de emergencia, según ha dicho el secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Alfonso Durazo Montaño.
Parte de esta estrategia de pacificación, perdón y de reparar algunos daños es detener las masacres que se viven a consecuencia de la guerra que sostienen las bandas del crimen organizado en algunas regiones del país, como consecuencia del control y trasiego en la venta de droga. Las muertes no son solo entre los grupos que operan de manera ilegal, sino también entre civiles e integrantes de los cuerpos de seguridad.
Dentro de esta cultura de la paz y el perdón están medidas como la legalización del consumo lúdico de mariguana y de la amapola con fines medicinales, programas para informar de las consecuencias del uso de estas drogas, pero también reconocer y visualizar a todos los actores implicados en la cadena de producción de la mariguana y amapola, especialmente al campesino que la cultiva ya sea voluntaria o involuntariamente, así como sentar en la mesa con el gobierno a los grandes empresarios -hoy ilegales- de la agroindustria de estupefacientes.
El titular del Gobierno Federal es bueno para polemizar, pero para la construcción de la paz se necesita partir desde la realidad con prudencia: el perdón beneficia más quien lo otorga que a quien va dirigido.